martes, 6 de diciembre de 2011

Parte 3 Un mundo subterráneo





VI



El Bosque Prohibido

No llevaba mucho tiempo corriendo cuando sintió tras de sí el sonido de pisadas que a toda carrera lo venían siguiendo. Pronto sintió también la respiración de los Wakos a su espalda. El aire se hizo más frío aunque sudaba y en medio de su desesperación subió una colina desde donde resbaló y cayó por un precipicio que lo condujo a un bosque extendido del otro lado.
No había terminado de rodar precipicio abajo cuando pudo levantarse y dirigirse a todo correr hacia la arboleda. Irrumpió en el bosque arrastrando las hojas del suelo, viendo a los Wakos que se lanzaban sorteando el precipicio, dirigiéndose directamente hacia él entre los primeros árboles.
Lo más rápidamente que pudo trepó a uno de los grandes árboles y no se detuvo hasta que alcanzó la copa y se abrazó a ella. A la luz de la luna observó cómo los Wakos pasaban corriendo junto al tronco, bajo las ramas. Eran muchos y tenían un manto de pelaje plateado a sus espaldas. El tronco temblaba ligeramente a su paso.
Tardaron largo rato en abandonar el bosque y alejarse cruzando las rocosas laderas de las montañas, que ahora se veían distantes contra el horizonte. Detrás de aquellas montañas estaba su aldea ¿A que hora notaría su padre su ausencia? Con este pensamiento se durmió apretando fuertemente la alta rama. Todo olía a madera y a hojas y miles de pequeños pedacitos de corteza del tronco se habían pegado a sus ropas.
Lo despertaron los sonidos del bosque en sus oídos. Una infinita cantidad de pájaros que se movían saltando y revoloteando entre las hojas, sacudiendo sin cesar las copas de los árboles. Aquí y allá podía ver los nidos en las ramas y los nuevos pajaritos en ellas, y entonces sintió una alegría renovada y olvidó su preocupación anterior.
Comenzó a descender y cuando estuvo a punto de lanzarse al suelo algo lo detuvo. No daba crédito a sus ojos, al pie del árbol un pequeño Wako ladraba y daba vueltas sobre si mismo tratando de atrapar su cola con sus diminutos dientes. Parecía muy pequeño pero ya mostraba aquel pelo plateado en su lomo, el mismo que el chico había visto en los Wakos adultos la noche anterior.
Akím saltó del árbol sorprendiendo al animalito, que dando un brinco lo miró con sus ojitos enfurecidos mostrando sus dientes. El chico se agachó y lo llamó extendiendo sus manos y diciendo:
  • Ven pequeño loco, no voy a hacerte daño. ¿Cómo llegaste hasta aquí?
Sacó entonces un trozo de pan de su bolso de trabajo y viéndolo asustado se lo ofreció. El animalito lo miró sin comprender, ladeando un poco su cabeza, y se acercó lentamente echando las orejas hacia atrás y manteniendo bajos sus ojos. Cuando alcanzó las manos de Akim lamió sus dedos y tomó el pan, comiéndoselo todo mientras movía la cola de contento.
  • ¿Eres un Wako real? Nunca vi uno tan pequeño, eres extraño, un poco loco pero amistoso.
El niño se levantó, giró sobre sus talones para observar a su alrededor en el bosque y caminó tratando de orientarse, pero no sabía donde se encontraba. El pequeño Wako lo seguía sin parar, moviendo la cola y mordisqueando sus botas en un afán por llamar su atención. Finalmente el chico se volvió para mirarlo y le dijo:
  • ¡Bien! Aunque no tengo idea de donde nos encontramos parece que quieres venir conmigo. Si es así debo darte un nombre o no sabré quien eres. ¡Ya sé! Te llamaré Walo porque eres un WAco y un LOco también.
A Walo pareció gustarle porque saltaba de puro placer frente a Akím.
Antes de que pudieran decir nada mas, un raro sonido llamó la atención de los dos, y ambos volvieron sus cabezas para comprobar que provenía del suelo frente a sus pies, donde de pronto se levantaron unas puertas que habían permanecido ocultas bajo una alfombra de hojas secas en la superficie.
Detrás de aquellas puertas se asomaron primero unas manos extrañas y emergieron luego unos seres mas extraños aún, parecían personas cubiertas por trajes negros de pies a cabeza. Los recién llegados rápidamente los sujetaron a los dos y los llevaron descendiendo a través de las puertas por unos túneles completamente oscuros que terminaron por desorientar a Akím.

VII

El Laberinto Subterráneo

Ahora bajaban por una galería que parecía eterna. Iban colgados a la espalda de estas personas que los retenían con firmeza pero sin hacerles daño. Cada cierto tiempo cruzaban una nueva puerta en medio de continuas escaleras. El grupo descendía ágilmente, dos de ellos delante cargando con el chico y Walo. Y dos de ellos detrás, llevando el bolso de trabajo de Akím y encargados de cerrar cada puerta a su paso.
Aquello parecía un laberinto, sin ningún orden que el chico pudiera recordar. Al descender aún más, Akím pudo ver pequeñas antorchas atadas a las paredes de piedra que le mostraron un mundo tenue repleto de pasadizos infinitos, de muros cobrizos y pisos llenos de escalones, que ellos bajaban interminablemente.
¿Cuántas puertas cruzaron? ¿Por cuanto tiempo descendieron? Akím no pudo decirlo. Y no supo más hasta que fue depositado en el suelo de una pequeña habitación, cuyo único contacto con aquel mundo era una ventanilla ubicada en lo alto de la puerta que fue cerrada tras la salida de los seres insólitos y silenciosos. Afortunadamente dejaron a su lado su bolso de trabajo y al pequeño Walo, que al ser depositado en el piso se hizo pipí del puro susto.
Cuando fueron dejados solos Akím miró a su alrededor, estaban en una habitación iluminada por exiguas antorchas que casi no producían humo, elevadas en lo alto del cuarto. Había una cama, que carecía de patas, salía de la pared, era una estructura sostenida por uno de sus lados al muro. Encima tenía un colchón, sábanas y almohadas limpias. Akím se acercó a ella y quitándose su abrigo lo dejó sobre el colchón.
Al fondo del cuarto había otra puerta que permitía el acceso a un baño, sobre el cual había un tanque oscuro que contenía agua. Akím lo golpeó suavemente con el puño cerrado y emitió un sonido sin eco, indicando que estaba lleno. El agua provenía de un tubo que salía de la pared. Aquello era una magnífica idea, en la aldea de Akím la gente acarreaba agua hasta las casas todos los días.
Akím regresó y se sentó sobre la cama. Vio a Walo que estaba echado, mirándolo con sus ojitos brillantes y hambrientos. Entonces recordó aquel nudo que estaba sintiendo en el estómago desde que bajó del árbol. Tomó la bolsa de trabajo, extrajo de ella lo que quedaba de pan, unos frutos secos y pescado salado. Como no sabía si aquel encierro iba a durar mucho tiempo repartió para el pequeño Wako y para él la mitad del alimento, guardando el resto nuevamente en el bolso.
Mientras comía, Akím fijó su atención en las paredes de la habitación, estaban separadas del techo por grandes ranuras horizontales. Por aquellas aberturas salía el imperceptible humo de las antorchas y entraba el aire, y también se filtraba un murmullo de voces incesantes, que no se había detenido desde que entraron allí. Le hizo pensar que dentro del laberinto debían vivir muchas personas ocultas.
Luego de comer y lavarse se acostó en la cama que resultó muy cómoda y se durmió enseguida. No pudo decir por cuanto tiempo permaneció dormido, lo despertó el sonido de la puerta al abrirse suavemente dando paso a un hombre que en silencio colocó cerca de la cama una banqueta y sobre ella, una bandeja llena de alimentos y un tazón con agua. Luego, tal como había entrado se marchó sin pronunciar palabra y sin reparar en Akím que en ese momento se bajaba de la cama.
El hombre tenía una piel extraordinariamente blanca, muy diferente a la de aquellos que como Akím se pasaban el día trabajando bajo el sol. Y su cabello y ojos eran oscuros, muy diferentes también a los de la gente de la Aldea en lo Alto, que tenían gran variedad de color tanto en los ojos (que solían ser azules, verdes, amarillentos o grises) como en el cabello (que era rojo, amarillo, cobrizo o marrón).
Akím se acercó a la bandeja, comió y compartió todo con Walo, que no tardo en acercarse moviendo su colita y haciendo piruetas con las patitas de adelante.
El mismo hombre continuó viniendo durante los días sucesivos, sin pronunciar palabra aunque Akím no paraba de hacerle preguntas. No recibió ni un solo mensaje, ni una respuesta, ni una sonrisa, ni una mirada de mal humor, el hombre parecía insensible a todo sentir humano. El chico terminó por aceptar que no hablaba su idioma y que tendría que conformarse con estar allí sin saber el por qué. Probablemente durante un largo tiempo.
Sin embargo la siguiente vez que se abrió la puerta no fue aquel hombre quien entró sino una niña de unos 13 años, no mayor que Akím, quien no salía de su asombro al mirarla. La chiquilla tenía el cabello más negro y largo que él hubiera visto jamás y los ojos tan oscuros y curiosos que Akím se vio obligado a desviar de ellos su mirada. Lo intimidaban y él no recordaba haberse sentido así antes.
Más asombrado aún se quedó cuando la niña sentándose en el único taburete de la habitación le dirigió la palabra diciendo:
  • ¿Te has sentido bien aquí? ¿Te gusta lo que comes? ¿Has podido dormir?
  • Pero ¿Cómo? ¿Hablas como yo? ¿Quién eres? ¿Por qué nadie me ha hablado hasta hoy? ¿Donde estoy?
La niña riéndose le contestó:

- Una pregunta por vez ¡por favor! Todos sabemos de donde vienes, de la Aldea en lo Alto, la misma que nuestros antepasados abandonaron hace ya mucho tiempo para instalarse aquí.
  • Pero ¿Por qué nunca volvieron a visitarnos o avisarnos su existencia?
  • Porque tememos a los Wakos tanto como ustedes (al decirlo miró de reojo al pobre Walo que se metió bajo la cama) y viajar resulta muy arriesgado en estos días. No te han dirigido la palabra hasta ahora porque nuestros jefes estaban decidiendo que hacer contigo.
  • ¿Por qué tienen que hacer algo conmigo?
  • Porque trajiste a los Wakos hasta aquí. Hace siete noches pisaron por primera vez el bosque, lo que no se habían atrevido a hacer nunca por temor, por eso lo llamamos el Bosque Prohibido, nadie tiene permitido entrar en él, y los Wakos nunca incumplieron esa ley hasta ahora, y la causa fuiste tú, venían persiguiéndote.
  • Pero fue sin querer, resbalé por el precipicio y vine a dar aquí, ellos me siguieron, querían matarme supongo y comerme después.
  • Nuestros jefes se han reunido para descifrar eso y darse cuenta de que no representas ninguna amenaza estando aquí. Aunque ahora los Wakos irrumpen en el Bosque Prohibido cada noche, buscándote.
  • ¿Que puedo hacer? No quiero representar un peligro para ustedes.
  • El por qué los Wakos te siguen es algo que tu mismo revelarás ante el jurado de nuestros jefes. Me han enviado aquí hoy para llevarte ante ellos, pensaron que una niña como yo te espantaría menos. Arréglate ahora y luego sígueme.   
Levantándose del taburete la niña se dirigió hasta la puerta. Akím estaba como petrificado, no terminaba de creer todo lo que acababa de escuchar y cuando la chica salió de la habitación, él corrió tras ella y desde la puerta gritó:
  • ¿Cómo te llamas?
Aún tuvo tiempo de escuchar su voz que de lejos le decía
  • Anú…
Anú regresó al poco rato y juntos salieron de la habitación, Walo los siguió de buena gana, trotando y olfateando todo a su alrededor. Los pasillos por donde pasaban estaban bien iluminados, no por antorchas como las que Akím había visto antes cuando descendía por las escaleras, sino por ranuras abiertas a nivel del techo al lado de cada pared, cubiertas por rejillas que permitían el paso de la luz y del aire fresco, pero evitaban que el recinto se llenara de tierra o de hojas secas. Debido a la gran altura de las paredes supuso que se encontraban caminando muy profundamente bajo tierra.
Los muros parecían pintados de rocas lisas, como picados y pulidos en la misma piedra, y tomaban la tonalidad de los minerales que los componían. El piso en cambio era de diferentes materiales en distintos sitios, en los cuartos y salas grandes (como Akím confirmaría después) era de piedra lijada, pero en la mayoría de los pasillos era sólo de tierra pisada, salpicada con piedras planas. En el suelo, por donde pasaban ahora, unos pequeños canales habían sido abiertos al borde de cada pared, Anú le dijo al chico que servían para recoger y dejar correr el agua que se deslizaba por las superficies planas de las paredes cuando llovía.
Las cavernas no eran silenciosas, el sonido del viento se filtraba desde arriba y se mezclaba con los lejanos sonidos del bosque, ahora amplificados debido a la forma profunda y larga del lugar. Para Akím todo resultaba fascinante, en su pequeña aldea no usaban tubos, tanques, canales o aberturas para la lluvia o el viento. Limitaban sus actividades diarias a lo poco que tenían. Aquí en cambio, cambiaban el ambiente para beneficio común, y transportaban y daban uso al agua, al aire y a la luz.  
De pronto, hacia el lado izquierdo del muro, se abrió ante ellos una amplia sala pentagonal en la que ingresaron. Sus paredes eran menos altas que las que dejaron atrás en los pasillos y su techo mucho mas bajo aún y todo estaba pintado de blanco, lo que le daba a la sala un aspecto de pulcritud y claridad total. Aquí el aire entraba a través de unos conductos circulares, distribuidos de manera aleatoria en las paredes, que emitían un sonido constante y adormecedor. La sala estaba iluminada con pequeñas antorchas colocadas por pares en cada esquina.
Se dirigieron al fondo de la sala donde Akím pudo ver tres figuras sentadas tras una larga mesa de madera, bastante simple, que lucía como huérfana en medio de aquella inmensidad blanca. Los tres hombres que lo miraron desde sus sitiales tras el mesón le hicieron señas para que se acercara. Se veían pequeños desde la entrada, pero a medida que se aproximaba, Akím examinó con más detenimiento sus caras y descubrió que eran mucho más grandes e intimidantes de lo que a simple vista aparentaban. Estaban vestidos con largas togas grises, que les daban un aspecto de vejez que perdían al ser observados de cerca. Anú fue a sentarse, silenciosa y lentamente, en una silla cercana a la pared del lado derecho. No había nadie más en el amplio salón.

14 comentarios:

  1. Tierno, divertido, intrigante, tiene de todo, y lo más maravilloso es que puede ser leído por niños y adultos. esplendido.

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  2. Estoy deseando ver la continuación. Me tienes en vilo...

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  3. Recien comencè a seguirte Marìa... Aqui desde las catacumbas de Venezuela, la red es bastante precaria pero eso tambien forma parte de la aventura de vivir... ¡Exito!

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  4. maria iholanda rondon9 de diciembre de 2011, 0:07

    Gracias a todos por sus palabras...
    un abrazo

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  5. Hola María, un gusto conocer tu blog que iré leyendo poco a poco.
    Veo que eres una escritora prolifera, espero que tengas mucha suerte con tus proyectos.
    Un abrazo desde Argentina.

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  6. Hola María, muchísimas gracias por tener la gentileza de visitar mi blog, como ves, yo también he visitado el tuyo, he leído con atención este capítulo de tu novela y me ha encantado, poco a poco iré leyendo más cosas. Te deseo una feliz Navidad y te mando mi fuerza positiva de cariño para que sigas escribiendo. Un abrazo desde España.

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  7. Hola María, te devuelvo la visita y te sigo, muchas felicidades por tus libros :)

    Un abrazo

    Andrea Milano

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  8. ¡qué bien, un nuevo capítulo y cada vez más intriga! Estoy deseando leer el siguiente. Los hombres que le van a interrogar parecen buenos, al igual que la niña. ¿estará en peligro Akim?

    FELIZ NAVIDAD PARA TI Y LOS TUYOS

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  9. Me he leido este capítulo para ver, y personalmente, me gusta bastante :P creo que le seguiré el hilo a la historia, y pronto te comentaré que opino.
    Por cierto, dentro de poco voy a publicar en mi blog una historia y me gustaría que la leyera alguien con experiencia.. si tienes tiempo libre podrias pasarte? Te avisaré :)

    Felices Reyes y que tengas un buen día! :D

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  10. Te felicito María! Realmente has logrado atrapar mi atención, tus historias son muy interesantes.
    Cariños.
    Verónica

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  11. Buenas noches María, me gusto mucho este relato, realmente muy atrapante =). Te cuento que me han galardonado con el premio LIEBSTER y me sentí muy felíz, es una caricia para el alma. Tu fuiste una de mis primeras seguidoras a mi blog y como la tradición lo indica, debemos compartir éste premio, con los blogs que más nos sean de nuestro agrado y tengan menos de 200 seguidores, para incentivar la difusión de los mismos. Así que comparto este premio contigo y tus maravillosos escritos. Pasa a retirar tu premio por mi blog. Espero disfrutes de esta caricia al alma de los que estamos en este mundo de letras. Besitos, bellas y eternas lunas ^♥^. Selene.

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  12. Buenas noches María =). He leido este escrito y me gusto mucho, realmente atrapador. Te cuento que me han galardonado con el premio LIEBSTER y para mi, que recién empiezo en este maravilloso mundo de las letras, fue una caricia para el alma y un incentivo a seguir en este camino de la literatura. Tú fuiste una de las primeras seguidoras de mi blog, la tradición dice que debemos compartir éste galardón , con aquellos blogs que tengan menos de 200 seguidores para promocionarlos y sean de nuestro agrado e interés, y tu blog es realmente muy bonito leerlo, así que te he elegido para compartirte mi premio. Pasa a recogerlo por mi blog. Besitos, bellas y eternas lunas . Selene.

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