sábado, 26 de noviembre de 2011

Parte 2 La piedra llega a manos de Akim. Su aventura empieza

De un solo salto, que pareció detenerse en el tiempo, Yako alcanzó la piedra y la tomó entre sus dientes. Sobre la cabeza del inmenso monstruo el wako parecía apenas una sombra que cruzó a toda velocidad de un lado al otro. Y antes de que Bragmar despertara llegó de vuelta a la hendidura donde lo aguardaba el asombrado grupo de Wakos.
Este acto de valentía acrecentó su poder entre sus subordinados. Desde entonces Yako-Alfa contó siempre y hasta el fin de sus días con un grupo de animales que lo siguió ciegamente incluso hasta su propia ruina.
Más de cinco días les llevó el retorno entre las galerías y no se detuvieron en ningún momento. Sólo se sintieron a salvo cuando abandonaron las cavernas y se deslizaron fuera por los senderos de las escarpadas montañas, nuevamente con Yako-Alfa de guía. El camino de regreso les resultó inquietante, cada momento temían sentir el vuelo de Bragmar sobre sus propias cabezas, pero no fue así, ninguna eventualidad interrumpió su viaje. A medida que se alejaban del dragón, Yako notó que la piedra iba perdiendo su brillo hasta que quedó completamente extinguida. Solo parecía una piedra transparente y común.
Durante la marcha todos se encontraban terriblemente hambrientos. Lograron cazar pequeños animales pero no pudieron frenar su voracidad, la mala animosidad aumentaba en el grupo. Una noche antes de alcanzar su territorio Yako provocó una pelea entre los Wakos y dieron muerte al compañero de pelaje rojizo que luego fue cruelmente devorado por todos. Jurándole lealtad a su jefe, aquellos animales decidieron mentirle al resto de la asamblea en cuanto al destino sufrido por el Wako muerto.
Pero el daño estaba hecho, entre ellos creció la desconfianza y el miedo que habrían de sentir siempre en presencia de su jefe. No eran capaces de enfrentar ninguna de sus decisiones, jamás le pidieron explicación acerca de sus ideas o planes y nunca se separaron de él, ni aún en la mala hora en la que sus destinos se vieron entrelazados con la muerte o la rendición. Sin embargo al llegar a los dominios de los Wakos en las altas rocas de las montañas fueron acogidos como grandes héroes y se prepararon para llevar a cabo la siguiente etapa del plan.

V
Una Piedra y un Niño

Aquella mañana los habitantes de la Aldea en lo Alto se levantaron como siempre. Eran un pueblo simple y trabajaban y vivían de la tierra. Disponían de escaleras plegables para descender y dirigirse a sus campos sembrados para cosechar, recoger y traer las provisiones de alimento diario alrededor de las cuales giraba toda su existencia. Algunos se quedaban cerca de sus casas tejiendo, cortando madera para hacer muebles o juguetes, y otros trabajaban preparando vasijas de cerámica. Todos acarreaban muy temprano el agua que habrían de utilizar durante el día.
Una mujer encontró en medio de las casas aquella piedra extraña, redondeada y algo transparente. No parecía nada especial a primera vista, pero como nunca antes había hallado nada igual decidió guardarla en su bolso de trabajo y entregarla al atardecer a los sabios ancianos de la aldea, quienes a esa hora se reunían para educar a los niños, hablar acerca de las leyendas y las historias de otras épocas, y dictar las sencillas leyes de todos.
Para Akím aquella fue una jornada como cualquier otra, descendió de su hogar junto a su padre, que cojeaba debido a una vieja herida de guerra, y se dirigieron a sus parcelas labradas en los campos de trabajo. A medio día fueron al río, compartían un íntimo gusto por la pesca y aprovechaban el tiempo libre para practicarla hasta tarde. Cuando el sol anunció con sus rayos que se ocultaría pronto en el horizonte, volvieron a casa.
Al atardecer todos los habitantes de la aldea trepaban por sus escaleras de mano hasta los andamios que sostenían sus casas. Akím y su papá lo hicieron también. Y mientras su padre calentaba el fuego y la cena adentro, el chico se quedó un rato más observando el cielo. Y es que Akím amaba las puestas de sol y se sentaba con las piernas colgadas sobre el borde del andamio a contemplar como los colores cambiaban la expresión de las nubes lejanas y daban nuevas formas a la cara de la tierra. Akím imaginaba tierras extrañas y distantes aventuras llenas de color como el horizonte mismo.

Entonces solía preguntar:
  • Papá ¿Crees que mamá esté mirándonos ahora?
  • Claro Akím ¿No vez su cabello rojo desordenado en el cielo? Ella está allí cada atardecer saludándonos nuevamente.
Por eso Akím sonreía a los rayos anaranjados del atardecer y no entraba a su casa hasta que el sol terminaba de despedirse en el cielo.
Aquella noche hubo una agitación inusitada entre los habitantes de la aldea. De casa en casa atravesando puentes colgantes, los vecinos comenzaron a llamarse unos a otros, los ancianos estaban reuniendo a todos en la Casa-Centro del pueblo.
Cuando Akím entró junto a su padre en la estancia amplia y bien iluminada de la Casa-Centro, intuyó lo raro de la situación. Todos los aldeanos estaban allí, caso insólito ya que la gente mostraba poco interés por los cuentos de antaño. Allí estaban los niños, sus compañeros de juegos y sus madres, padres, abuelos, primos, tíos, jóvenes y viejos.
Las voces no cesaron hasta que entraron los ancianos sabios, entonces los adultos ocuparon las sillas rústicas de madera y los niños se sentaron con las piernas cruzadas en el suelo. Todos esperaron a que el Viejo-Sabio hablara. Este, sentado en su sillón, se dirigió a los presentes:
  • Se han de preguntar ustedes - dijo con voz clara- por qué interrumpí la paz de sus hogares esta noche. Aunque los niños se sentirán aliviados de sus lecciones, ya que nos atañen por el momento cosas de mayor importancia.
Los niños comenzaron a reír pero la cara seria del Viejo-Sabio les hizo callar inmediatamente.
  • Hoy ha llegado a mis manos ésta piedra- y levantándola en alto la mostró a la audiencia, mientras otro Sabio decía:
  • Es una reliquia del pasado, un tesoro que ya no puede verse hoy en día y que no deberíamos estar contemplando en este momento. Pocos entre ustedes o entre quienes viven hoy reconocerían el peligro que atrae sobre quien la posea.
Todas las caras se miraron con expresión confusa, nadie entendía aquel acertijo. Y el Viejo-Sabio retomó la palabra:
  • Se trata de una joya realmente valiosa y que es poseída por un dueño al que hay que temer.
Al decir esto se inclinó hacia los niños y abrió sus ojos desmesuradamente provocando un salto de asombro entre los pequeños. Y continuó:
  • Esta es la Piedra de la Inmortalidad de un dragón, su tesoro mas preciado, el peso de su propia alma. Y ha de estar buscándola ahora mismo y si la encuentra aquí acabará con nuestra aldea, para lo que le bastaría una de sus poderosas llamaradas.
Todos se agitaron en sus asientos -¿Qué podemos hacer?- ¿Cómo llegó aquí?- ¿Por qué a nosotros?- así iban creciendo los rumores, las dudas y los miedos entre los presentes. Entre tanta confusión el Viejo-Sabio volvió a hablar:
  • Cómo y por qué llegó aquí es algo que no podemos explicar, ni aún con toda nuestra sabiduría de ancianos. Sólo sabemos que debemos sacarla de aquí cuanto antes para no atraer sobre nosotros la ira de su legítimo dueño.
Tomando la palabra el otro anciano, que en ese momento miraba a Akím junto a su padre, dijo:
  • Así que hemos decidido que sea Kimath quien lleve la piedra a sitio seguro, ya que es él y no otro, el único soldado sobreviviente de las últimas guerras que aún vive entre nosotros
Akím no concebía lo que veía cuando su padre se acercó a los ancianos y tomó de la mano del Viejo-Sabio aquella extraña reliquia llegada del pasado remoto que podría ser la causa de su propia muerte (aquel pensamiento lo aterró). Tampoco escuchó ni sintió los saludos de asombro y felicitación que salían de todas las bocas a su paso, mientras se dirigían lentamente, a través de los puentes colgantes, a su casa.
Una vez allí su padre no habló. Tomó la piedra y la depositó cuidadosamente dentro de un cofre. Sacó de un viejo baúl de madera una espada corta de acero azul, un chaleco de anillos en malla para proteger el pecho y un hermoso cinturón para sostener todo al cuerpo. Era la vestimenta de un soldado, muy antigua, ya en la aldea no se fabricaban cosas así. Luego besó a Akím en la frente y se fue a dormir, aparentemente tranquilo.
Akím no podía aceptar lo que estaba ocurriendo, aunque su padre ostentaba aún gran parte de la fuerza que lo destacó como soldado, había sido herido y no podía caminar como antes, se veía impedido de desplazarse a gran velocidad. ¿Y si se encontraba en peligro?- ¿Y si los Wakos lo atacaban?- ¿Debería permitirlo?- Pero siendo solo un niño ¿Qué podía hacer ahora?- Estos pensamientos lo atormentaban.
El chico se movía en su cama de un lado a otro mientras una idea iba inundando su cabeza. Se levantó lentamente, pasó frente al cuarto de su padre con paso sigiloso y comprobando que él dormía se dirigió con prudencia hacia el sitio donde colgaba su bolsa de trabajo. Despacio y sin hacer ningún ruido extrajo de ella las herramientas del campo pero dejó la caña de pescar y una pequeña cacerola. Caminó discretamente hasta donde se encontraban las vestimentas de soldado de su padre y su espada, las tomó y las metió en la bolsa. Finalmente hurtó la piedra del pequeño cofre y la guardó también.
Se puso su abrigo y botas, se colgó la bolsa a la espalda (muy pesada), extendió la escalera de mano y descendió de su casa en medio de la noche llevándose a su vez una cuerda y provisiones de las que tenían guardadas.
Bajo la sombra clara de la luna y sin mirar atrás se alejó corriendo por la ladera de la montaña, acallando en su mente los remordimientos por lo que hacía y dejando a lo lejos las casas en alto de su aldea.






3 comentarios:

  1. El cuento está consiguiendo lo que consiguen las buenas historias: despertar la intriga ¿que pasará de aquí en adelante?
    Seguiré tus capítulos. Enhorabuena, un abrazo

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  2. Hola!! Mil gracias por tu comentario sobre "la princesita" en mi blog. Veo que tienes muchos títulos publicados y ahora te animas con la publicación en el blog. Te deseo toda la suerte del mundo. Voy a ponerme al día con tu blog y ya te contaré. Abrazos.

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  3. Hola Iholanda, soy Silvia, me has dejado un comentario en mi blog el arco iris infantil y al entrar en el tuyo he descubierto que eres escritora, yo acabo de crear un blog,del que ya soy seguidora del tuyo, "las hadas nos cuentan" porque soy una aficionada a escribir cuentos, acabo de empezar y me gustaria tenerte como seguidora mia. Me ha encantado conocerte. Un beso y te invito a que mi visites cuando quieras.

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